dijous, 23 de febrer del 2012

Persisten las razonables dudas del Dr. Ravanal sobre la muerte de Allende


El Dr.Luis Ravanal, destacado médico forense, consultado recientemente respecto de la investigación sustanciada sobre la muerte de Neruda, aprovechó, discretamente para manifestar que perviven sus dudas respecto de las verdaderas causas sobre la muerte del presidente Allende.

Al respecto, señaló: "...A diferencia de lo que ha sucedido con los restos del ex Presidente Salvador Allende Gossens, donde se extraviaron una cantidad significativa de fragmentos del cráneo (cercano al 50%), y por ende ningún equipo especializado podría en tales circunstancias haber descartado la existencia de un disparo de bajo calibre distinto al evidente daño explosivo provocado por un fusil de guerra, que cualquier lego puede reconocer a primera vista, queda el anhelo, de que no se repitan las faltas cometidas en el caso de Allende. Como lo expresara un connotado médico forense, respecto a las conclusiones de los informes de exhumación de Salvador Allende del año 2011: “Querían ver lo que vieron. Una posición mucho más objetiva hubiera sido decir algo parecido a: No hemos encontrado nada que vaya en contra de la versión oficial y tampoco hemos descubierto nada que permita descartar otra teoría. Pero eso es pedir demasiado”.

Allende y Cortázar



Hacia el centenario del natalicio de gran escritor argentino y cumpliéndose un año más del aniversario de su falleció, acaecido un día 12 de febrero de 1984, luego de su conocido viaje a Nicaragua. Sería sepultado en el cementerio de Montparnasse en París junto a su amada Carol Dunlop.

El presidente Allende gran protagonista de la historia reciente del mundo, tuvo además una vida y actividad muy próxima a la arte, la intelectualidad y la cultura de su tiempo. Como señala Pedro Vuscovic en el documental Salvador Allende de Patricio Guzmán, "Allende era un hombre muy culto, con él se podía hablar en propiedad de filosofía, de arte como de los grandes clásicos del marxismo".

Cortázar y Allende, se profesaron en vida un gran respeto y admiración.

dimarts, 21 de febrer del 2012

La verdadera muerte de un Presidente


Por Gabriel García Márquez

A la hora de la batalla final, con el país a merced de las fuerzas desencadenadas de la subversión, Salvador Allende continuó aferrado a la legalidad.

La contradicción más dramática de su vida fue ser al mismo tiempo, enemigo congénito de la violencia y revolucionario apasionado, y él creía haberla resuelto con la hipótesis de que las condiciones de Chile permitían una evolución pacífica hacia el socialismo dentro de la legalidad burguesa.

La experiencia le enseñó demasiado tarde que no se puede cambiar un sistema desde el gobierno, sino desde el poder.

Esa comprobación tardía debió ser la fuerza que lo impulsó a resistir hasta la muerte en los escombros en llamas de una casa que ni siquiera era la suya, una mansión sombría que un arquitecto italiano construyó para fábrica de dinero y terminó convertida en el refugio de un Presidente sin poder.

Resistió durante seis horas con una metralleta que le había regalado Fidel Castro y que fue la primera arma de fuego que Salvador Allende disparó jamás.

El periodista Augusto Olivares que resistió a su lado hasta el final, fue herido varias veces y murió desangrándose en la asistencia pública.

Hacia las cuatro de la tarde el general de división Javier Palacios, logró llegar hasta el segundo piso, con su ayudante el capitán Gallardo y un grupo de oficiales. Allí entre las falsas poltronas Luis XV y los floreros de Dragones Chinos y los cuadros de Rugendas del salón rojo, Salvador Allende los estaba esperando. Llevaba en la cabeza un casco de minero y estaba en mangas de camisa, sin corbata y con la ropa sucia de sangre. Tenía la metralleta en la mano.

Allende conocía al general Palacios. Pocos días antes le había dicho a Augusto Olivares que aquel era un hombre peligroso, que mantenía contactos estrechos con la Embajada de los EE.UU. Tan pronto como lo vio aparecer en la escalera, Allende le gritó: "Traidor", y lo hirió en la mano.

Allende murió en un intercambio de disparos con esa patrulla. Luego todos los oficiales en un rito de casta, dispararon sobre el cuerpo. Por último un oficial le destrozó la cara con la culata del fusil.

La foto existe: la hizo el fotógrafo Juan Enrique Lira, del periódico El Mercurio, el único a quien se permitió retratar el cadáver. Estaba tan desfigurado, que la Sra. Hortensia Allende, su esposa, le mostraron el cuerpo en el ataúd, pero no permitieron que le descubriera la cara.

Había cumplido 64 en el julio anterior y era un Leo perfecto: tenaz, decidido e imprevisible.

Lo que piensa Allende sólo lo sabe Allende, me había dicho uno de sus ministros. Amaba la vida, amaba las flores y los perros, y era de una galantería un poco a la antigua, con esquela perfumadas y encuentros furtivos.

Su virtud mayor fue la consecuencia, pero el destino le deparó la rara y trágica grandeza de morir defendiendo a bala el mamarracho anacrónico del derecho burgués, defendiendo una Corte Suprema de Justicia que lo había repudiado y había de legitimar a sus asesinos, defendiendo un Congreso miserable que lo había declarado ilegítimo pero que había de sucumbir complacido ante la voluntad de los usurpadores, defendiendo la voluntad de los partidos de la oposición que habían vendido su alma al fascismo, defendiendo toda la parafernalia apolillada de un sistema de mierda que el se había propuesto aniquilar sin disparar un tiro.

El drama ocurrió en Chile, para mal de los chilenos, pero ha de pasar a la historia como algo que nos sucedió sin remedio a todos los hombres de este tiempo, que se quedó en nuestras vidas para siempre.

FIN